La “Responsabilidad” suele ser una palabra ocupada en la conversación cotidiana, es más, en variadas ocasiones recurrimos a ella para llamar la atención respecto a una actitud esperada por uno, que no es correspondida por otro, o tiene indicios de no ser correspondida en un futuro. De ahí surge, por ejemplo, que la madre le pida al hijo que sea responsable con la mantención del orden de la pieza/casa, o el cuidado de algún artefacto. Pero, ¿Será esta la única dimensión suficiente en la que uno puede ser responsable? La respuesta a la pregunta es “no”, y a continuación se detallarán tres tipos de responsabilidad, que a mi entender, no resultan ser excluyentes.
- Responsabilidad basada en las consecuencias.
- Responsabilidad basada en el deber.
- Responsabilidad basada en el deber ante un “otro” necesitado.
La primera, está orientada a las consecuencias de actos o decisiones de una persona. Tiene relación con el “hacerse cargo” de los efectos que conlleva nuestra acción. Si ahondamos más en este tipo de responsabilidad, podremos darnos cuenta que la mayoría de las relaciones sociales se dan en base a esta lógica. En este aspecto de la responsabilidad, podemos identificar las siguientes expresiones: “Si te portas mal, te pego”, “Si no me haces caso, te castigo”, “Si llegas tarde, te despido”, “Si no estudias, repruebas”, entre un sinnúmero de otras situaciones que se agregan a esta lista.
Sobre este estadio de la responsabilidad, me pregunto por el límite existente entre el “hacerse cargo”, y la “obligación” a la que se ve sometida la persona para actuar de una determinada forma que no le es natural. Si estamos hablando de que la persona se debe hacer responsable de las consecuencias de sus actos, al llevar a cabo estos bajo la obligación, a mi entender, no debería hacerse cargo de nada. Extremando el ejemplo, es como pedirle a un esclavo que se haga responsable por llevar a cabo el asesinato de un enemigo de su patrón. Le estamos pidiendo responsabilidad a una persona subordinada (De una u otra forma) ante un otro que lo obliga.
La segunda dimensión de la responsabilidad, está enfocada en entender que una persona tiene “Un deber ante los demás”. Bajo esta perspectiva, cobra relevancia el consenso (“Contrato Social”) al que recurre un número determinado de personas para articular la convivencia entre ellos, y así, establecer acuerdos para que se pueda funcionar en la vida en sociedad. Otro aspecto que destaca en esta forma de comprender la responsabilidad, es el término de “corresponsabilidad”. Dicho concepto, requiere de una asunción clara de responsabilidad recíproca, en cuanto al deber con el otro en una determinada relación. No obstante, esta asunción de corresponsabilidad desde una perspectiva macro (A nivel de sociedad), es un poco más difícil de identificar, tal como lo plantean los Doctores Peru Sasia y Cristina de la Cruz al decir: La conquista de derechos en nuestra sociedad, nos ha hecho ciegos a los deberes inherentes a nuestra condición de sujetos de derechos [1]. Esto quiere decir que constantemente luchamos y exigimos que se apliquen nuestros derechos, dejando de lado lo que uno como persona debe cumplir. A veces nos resulta más fácil exigir derechos, en vez de cumplir con deberes, pues estos recurrentemente son olvidados. De todas formas, considero que sería un error pensar que la vida en sociedad la debemos sostener solamente en los pilares del deber, y no del derecho, más bien, propongo un equilibro entre ambos, sin olvidar en ningún momento la existencia del otro elemento.
La tercera dimensión, tiene una dirección muy parecida a la anterior en tanto se reconoce en la responsabilidad la predominancia del “deber”. No obstante, en esta perspectiva no se habla de un “deber” para con la persona que tenemos al frente, sino más bien, en relación a la persona excluida, débil, a un tercero. En este estadio, se propone una visión de futuro centrada en el “estar pendiente” de los más débiles.
Sobre la segunda y tercera perspectivas de la responsabilidad, me pregunto por la aplicabilidad de estas en sociedades tan heterogéneas y diversas como las actuales. Cada vez nos cuesta más ponernos en lugar del otro. Solemos mirarnos el ombligo recurrentemente, para luego, PENSAR en hacer algo por los demás. El camino para llegar a consensos es cada vez menos expedito, sin embargo, considero esta época como el período donde ha habido un boom de movimientos sociales, los cuales identifico como respuesta ante este “ombliguismo”, junto con representar la construcción de un ideal de futuro (Fin prospectivo), poniendo sus demandas enfocadas en el mejoramiento de la vida en sociedad, y en la transformación de los escenarios adversos para los más débiles. Avanzamos entonces a pasos acotados hacia una sociedad cada vez más responsable.
[1] (Sasia, Peru. De la Cruz, Cristina. Enseñar a ser Responsable [diapositiva]. Bilbao. 2007. 57 diapositivas, col.)
Bibliografia
http://es.scribd.com/doc/59314104/El-Valor-de-La-Responsabilidad-Ok